¿Estamos preparados para gestionar cualquier cantidad de contactos virtuales?
A pesar del carácter eminentemente social de la raza humana, parece razonable asumir que la capacidad de cualquier ser humano normal para relacionarse con otros individuos tiene un techo, un umbral a partir del cual es imposible mantener relaciones fructíferas y estables, aunque sólo sea por una mera cuestión de tiempo.
En 1992, mediante la comparación del tamaño del neocórtex del cerebro humano con el de los primates no humanos y observando el comportamiento social de estos últimos, el antropólogo británico Robin Dunbar cuantificó esta limitación en torno a los 150 individuos, cantidad que precisamente se conoce como el Número de Dunbar. Sus estudios llevaron a otros muchos investigadores a cotejar este número con el tamaño de determinadas tribus y aldeas primitivas, las unidades militares romanas, etc. llegando en todos los casos a la misma conclusión: 150 es, en la práctica, un techo muy común. Dunbar además concluyó que 150 individuos es un grupo lo suficientemente grande como para que no resulte sencillo mantenerlo cohesionado, de forma que cada uno de los miembros ha de dedicar un 42% de su tiempo a las labores de socialización. En términos de tiempo de vida, este porcentaje me resulta altísimo.
Ahora bien, teniendo en cuenta el auge de las redes sociales, ¿está la tecnología cambiando las reglas del juego? ¿Acaso las relaciones virtuales están en condiciones de escapar a las limitaciones del cerebro? Parece que no. Un reciente estudio* de la Universidad de Indiana, realizado a partir del seguimiento de casi 400 millones de tweets publicados por 3 millones de usuarios durante 4 años, concluye que las interacciones entre usuarios (analizadas mediante el uso de las herramientas que Twitter pone a disposición de sus usuarios, como los replies) se incrementan hasta que se alcanzan precisamente entre 150 y 200 amigos, a partir de cuyo número decrecen gradualmente. En definitiva, que existe un techo biológico y cognitivo y que se encuentra muy cercano a las predicciones de Dunbar.
En la práctica, esto quiere decir que por muchos amigos que tengamos en redes sociales, sólo estamos en condiciones de hacer caso a un número no mucho mayor que 150. Y si para ello tenemos que dedicar un 42% del tiempo a socializar (es decir, conectados) mucho me temo que ni siquiera llegamos a esta cifra. De hecho, el número medio de amigos en Facebook es 130.
Mi conclusión es que resulta esencial diseñar un buen plan de presencia en red orientado a priorizar las relaciones de mayor potencial. No debemos olvidar que, aunque la tecnología no nos ayude a relacionarnos con más individuos, sí nos ayuda a relacionarnos con otros individuos, ya que permite saltarse las barreras del espacio y del tiempo. Y éste es un factor que podemos aprovechar para nuestro desarrollo tanto personal como organizativo, ya que seguramente las organizaciones o equipos en torno a 150 individuos conectados en red se encuentren en un punto óptimo para desarrollar talento colaborativo.
(*) Publicado en la edición brasileña de IDGNow, y conocido vía @ideas4all. ¡Gracias! :-)
A pesar del carácter eminentemente social de la raza humana, parece razonable asumir que la capacidad de cualquier ser humano normal para relacionarse con otros individuos tiene un techo, un umbral a partir del cual es imposible mantener relaciones fructíferas y estables, aunque sólo sea por una mera cuestión de tiempo.
En 1992, mediante la comparación del tamaño del neocórtex del cerebro humano con el de los primates no humanos y observando el comportamiento social de estos últimos, el antropólogo británico Robin Dunbar cuantificó esta limitación en torno a los 150 individuos, cantidad que precisamente se conoce como el Número de Dunbar. Sus estudios llevaron a otros muchos investigadores a cotejar este número con el tamaño de determinadas tribus y aldeas primitivas, las unidades militares romanas, etc. llegando en todos los casos a la misma conclusión: 150 es, en la práctica, un techo muy común. Dunbar además concluyó que 150 individuos es un grupo lo suficientemente grande como para que no resulte sencillo mantenerlo cohesionado, de forma que cada uno de los miembros ha de dedicar un 42% de su tiempo a las labores de socialización. En términos de tiempo de vida, este porcentaje me resulta altísimo.
Ahora bien, teniendo en cuenta el auge de las redes sociales, ¿está la tecnología cambiando las reglas del juego? ¿Acaso las relaciones virtuales están en condiciones de escapar a las limitaciones del cerebro? Parece que no. Un reciente estudio* de la Universidad de Indiana, realizado a partir del seguimiento de casi 400 millones de tweets publicados por 3 millones de usuarios durante 4 años, concluye que las interacciones entre usuarios (analizadas mediante el uso de las herramientas que Twitter pone a disposición de sus usuarios, como los replies) se incrementan hasta que se alcanzan precisamente entre 150 y 200 amigos, a partir de cuyo número decrecen gradualmente. En definitiva, que existe un techo biológico y cognitivo y que se encuentra muy cercano a las predicciones de Dunbar.
En la práctica, esto quiere decir que por muchos amigos que tengamos en redes sociales, sólo estamos en condiciones de hacer caso a un número no mucho mayor que 150. Y si para ello tenemos que dedicar un 42% del tiempo a socializar (es decir, conectados) mucho me temo que ni siquiera llegamos a esta cifra. De hecho, el número medio de amigos en Facebook es 130.
Mi conclusión es que resulta esencial diseñar un buen plan de presencia en red orientado a priorizar las relaciones de mayor potencial. No debemos olvidar que, aunque la tecnología no nos ayude a relacionarnos con más individuos, sí nos ayuda a relacionarnos con otros individuos, ya que permite saltarse las barreras del espacio y del tiempo. Y éste es un factor que podemos aprovechar para nuestro desarrollo tanto personal como organizativo, ya que seguramente las organizaciones o equipos en torno a 150 individuos conectados en red se encuentren en un punto óptimo para desarrollar talento colaborativo.
(*) Publicado en la edición brasileña de IDGNow, y conocido vía @ideas4all. ¡Gracias! :-)
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